viernes, 28 de diciembre de 2018

VIVIENDO ENTRE SARRACENOS de CONNIE TAPIA MONROY: LO COTIDIANO DE LA MUERTE por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



Más allá de las preguntas universales acerca de la muerte, y de su eterna presencia en el arte y de la sociedad, subyace el tema de Thánatos en la literatura y en especial en la Poesía. Las múltiples concepciones de cómo es esa dimensión luego del cese de las funciones biológicas que constituyen la vida, nos llegan desde la religión hasta el cine. Hay países cuya concepción es más natural y óptimo. En esa franja de entendimiento de interpretación encontramos el poemario “Viviendo entre sarracenos” de Connie Tapia Monroy.

La imaginería de esta poeta es rica en elementos que más que tomarnos de la mano e inducirnos a una atmósfera crepuscular, nos guía sutilmente al lado que la ética judeocristiana califica como oscuro.

Algunos poetas, la mayoría me atrevería a decir, al tratar la muerte y temas afines, aplican en su voz lírica una pesadez inusitada indefectiblemente caen en lo críptico ( aunque esto trate de criptas) y una retórica opaca con metáforas pesadas como un lastre prosaico, produciendo pésima obra, este no es el caso de Connie Tapia, quien entrega un lustre brillante a esa “oscuridad”, quien alcanza inusitadas notas de cotidianidad, una visión contrastante y vitalista de fenómenos como la catalepsia, la muerte sin linde, desatada en una linealidad temporal que simultáneamente convive en lo eterno del alma.

Sus composiciones poéticas fluyen en una bella ductilidad de imágenes superpuestas y en algunos casos sin abandonar la violencia que determina la morfología de este mundo. La diestra pluma vence el tenue límite entre lo real y lo onírico.

El prisma lírico de Connie Tapia también incluye en una de sus facetas el conjurar, en el sentido de destruir una marca, un hechizo o algo indeleble que curte el alma, logrando alcanzar un claroscuro de emociones que se plasman en una umbría y etérea definición del amor.
Otra faceta, la  bruma del tiempo, indescriptible, es salvada a punta de sentimientos, a pesar que lo que le rodea es tan similar al vacío.

A pesar de todo lo mencionado, no se abandona en algunos pasajes la crítica social,  en especial a la ética de la Iglesia Católica y tan merecidamente aporreada se le ve.
El vampirismo no está excluido de la poética invocación de la poeta, quién entre films e imágenes nos trae esta atávica criatura.

Nos visitan referencias, David Lynch, el cine, el cómic, algunas aflicciones psiquiátricas, la catalepsia.

El Reino de las Sombras se despliega, la imaginería judeocristiana y de todas las cosmovisiones que la nutren es utilizada  al límite de su normal función. Se despliega este abanico de versos,  tiniebla de la poesía, el otro extremo de la luz y la lucidez única de la poeta tratando temas de necromancia, abisma al lector, demostrando que
la poesía es en esta cosmogonía, la belleza de lo oscuro, los dobleces ajados del amor y la obsesión.

Los sarracenos, eran aquel pueblo semita árabe pre-musulmán que habitaban desde Siria a la actual Arabia Saudí, en el título pareciese aludir a la otredad (o alteridad, si se quiere) fuera de esa dimensión de muerte y necrovivencia, si es que este término se permite, para designar el arte firme, sutil, pulcro en la palabra que Connie Tapia Monroy nos entrega.
De lectura, muy recomendable.

“Viviendo entre Sarracenos” de Connie Tapia Monroy. Cathartes Ediciones. 55 páginas. Arica Chile.


Fuente: GATOPISTOLA TAX.

martes, 11 de diciembre de 2018

En torno a “Yonkion” de Daniel Olcay Jeneral, por Patricio Barrios Alday




En torno a “Yonkion”, de Daniel Olcay Jeneral

Tengo que decir, en honor a la verdad –tantas veces desaparecida y otras tantas asesinadas–, que me sentí entusiasmado y casi halagado cuando, de la Editorial Cathartes, me pidieron que presentara este libro de Daniel Olcay Jeneral. Y como mi viejo padre (¡que viejo, wn, si cuando murió tenía 49 años!) me convenció de aquello de “que a nadie teníh que mirar p’arriba y a nadie p’abajo, porque todos somos iguales”, me dije, entonces, “Olcay tendrá 38 años menos, pero es escritor igual que yo, y ahí me envalentoné. Y aquí estoy, metido en un zapato de chino, en camisa de once varas, más mojado que calzoncillo de cartero en verano, tratando de parecer, de aparentar, de convencer… y, por último, de hacerle cototo aunque el adversario sea más grande, más musculoso, más fuerte.

Olcay Jeneral me sorprendió, se apareció, en la primera página, de repente, con una suerte de filosofía de la vida, transformada en un proceso de enseñanza aprendizaje permanente, aclarando –desde su primer cuento/relato del libro– la imposibilidad de existir si no en lo otro o en el otro, lo necesario de la otredad para descubrirse y redescubrirse –psicólogo al fin y al cabo– porque, como dice –mencionando a Jacques Lacan– “el reconocimiento de la imagen propia ocurre con ayuda de y en relación a otro semejante. Todo Yo es un Otro”, sentencia Olcay.


Me parece notable la fundamentación referida a la mitología griega –Narciso de por medio– y su imagen reflejada en las aguas de un lago verificando su existencia corporal en contraste –ley ineludible de la vida– con el llamado Niño-Perro, existencia comprobada en la “no realidad” de la virtualidad de la tecnología informática. Pero decía yo lo del proceso enseñanza aprendizaje, porque visualizo, también, un tema vinculado a la educación en sus otros textos. Preocupación –a mi entender de ya más viejo que mi padre–, en el sentido de una sociedad que camina en círculos y que se repite, replica, reitera, reproduce en las formas básicas del sistema educativo basado en la imitación permanente y constante, a pesar –y por obra y gracia– del desarrollo de la tecnología. La formación en base a la imitación es condición ineludible para mantener el statu quo y que la estratificación social, la distribución de las riquezas, el manejo del aparato de poder –incluido el machismo y los sistemas bélicos y de represión– mantengan el llamado “equilibrio” para la permanencia y trascendencia de tal sociedad. Cada cierto tiempo, esa sociedad permite ciertos grados de creación –a los locos de siempre– para que tal cual como en la novela “El gatopardo”, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, parezca que todo cambia para que todo siga igual, para que, en realidad, no cambie nada.

En una especie de fatalidad casi medieval, Olcay Jeneral, nos narra en “La plaga”, por ejemplo el asesinato de cuatro estudiantes perpetrado por un autoerigido “El Universal” que decidió que le eran “incómodos”. Frente a ese acto, los testigos narran, curiosamente, situaciones distintas… al final del cuento, Olcay Jeneral, informa que “en Tánger, al mediodía, una mujer de cuarenta y cinco años da a luz a cuatrillizos, cada uno con una malformación distinta”. En realidad, la lectura de “Yonkion” me sorprendió. De verdad, me gustaría que me invitaran a una mesa de varios lectores y que conversáramos al respecto. Hay tantos símbolos, signos, tantos códigos que leer y decodificar y resignificar porque aquí hay un artista, y como artista visionario, aquí hay una constatación de una realidad y, por tanto, una denuncia que hay que tomar con gran preocupación. Esto no es solamente literatura, como lo de Picasso, lo de Dalí, lo de Chaplin, lo de Víctor Jara, Violeta, no era solamente arte como han tratado de convencernos. Gracias, Daniel, por tu claridad, por tu juventud, por tu sabiduría… y por ser un gran escritor. Porque he visto a jóvenes que son unos viejos de mierda… y a viejos… viejos que, aún, son jóvenes.

A ustedes, muchas gracias… y compren el libro… no se arrepentirán.



Patricio Barrios Alday
Presentación Yonkion
Septiembre 2018

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  ¡Hola Catharteanos! Queremos compartir con ustedes un video que ha desarrollado Ricardo Segovia, coordinador general del proyecto: “Conver...