EL HORROR CÓSMICO EN
“LA MALDICIÓN DE LOS WHATELEY Y OTROS RELATOS”: EL RIESGO DE AVENTURARSE HACIA
LO DESCONOCIDO
Conversaba en cierta clase con mis estudiantes sobre el
poco interés que existe en las escuelas hacia el género de terror, desinterés
que bien podría desplegarse hacia otros sectores o círculos de la sociedad.
Resulta curioso porque el género terrorífico es una variante ya definida en la
literatura, constituye una línea propia y madura que cuenta con exponentes
clásicos y consolidados dentro de las letras universales. Es, sin duda, un
género con tradición. Más curioso aún si pensamos que el miedo es, como afirmó
Lovecraft, la emoción más antigua y más intensa de la humanidad, a lo que podría
agregar, el miedo es la emoción que mejor nos define y caracteriza como
especie.
Nos aterra lo desconocido, lo intangible, aquello que
escapa de nuestra capacidad de raciocinio, aquello que no podemos controlar. Es
un temor transversal, porque a medida que el ser humano descubre nuevos
conocimientos, descubre también que mucho falta aún por descubrir y el panorama,
en ese sentido, se vuelve desolador.
Así lo demuestra el escritor ariqueño Pablo Espinoza
Bardi, en su libro “La maldición de los Whateley y otros relatos”, publicado en
una primera instancia el año 2011, bajo el sello de la editorial Cinosargo
Ediciones y que hoy, siete años más tarde, renace en una segunda edición desde
los calderos de Cathartes Ediciones.
El libro cuenta con nueve relatos, cuidadosamente
elaborados, en los que el horror cósmico actúa como marco referencial que une
cada una de las historias. De igual manera, se destaca el carácter testimonial
y epistolar, ya que siete de los nueve cuentos están escritos en primera persona,
se utiliza el formato de la carta como recurso confesional y el cual se va
alternando, en algunos relatos, con la narración. Este estilo permite
garantizar la verosimilitud de lo narrado, debido a que los sucesos y emociones
llegan al lector desde la fuente directa del personaje que los vive, desde su
voz propia, haciendo partícipe a todo aquel que se aventure a la lectura de
estos textos.
Es destacable también la unidad que logra el autor en los
relatos que conforman el libro. Cada cuento recrea una atmósfera independiente,
un universo propio donde el juego del horror impone sus reglas, no obstante, es
posible encontrar pistas, claves o indicios que van encadenando las historias,
por ejemplo, espacios comunes, personajes, nombres, seres, rituales, entre
otros elementos.
Otro de los aspectos fuertes del libro, es la precisión
con la que el autor construye las imágenes, la utilización y buen manejo del
idioma permiten configurar una atmósfera narrativa clara y definida, dejando de
manifiesto al lector como un cuadro perfecto, el escenario desolador,
monstruoso y enigmático que proyecta cada historia.
La temática onírica también es una constante valorable,
ésta se plantea no solo en el sentido de difuminar los límites entre lo real y
lo soñado, como se evidencia en el inicio del cuento “Marcha fúnebre en el
valle sagrado”: “Quizás fue imaginario, o
quizás fue un sueño dentro de otro sueño, la verdad, ya no podría estar tan
seguro”, o el sueño como puerta de entrada hacia otros estados cósmicos,
sino también lo onírico se plantea en su antítesis más cruda: la pesadilla, la
cual persigue, aplasta y aprisiona a los personajes que la sufren, dejándolos
sin una posibilidad de escapatoria.
Es posible encontrar en el libro muchas referencias a la
obra de Lovecraft, pero Espinoza Bardi aborda el género desde su punto de vista,
en su puño y letra, bajo una prosa impecable. Quisiera resaltar, antes de
finalizar, cuatro relatos del libro: “El ser en el mausoleo”, donde el ser
humano termina por sucumbir ante el miedo a lo desconocido, ante fuerzas
externas y sobrenaturales que no comprende; “Los últimos dioses”, donde la
banalización de lo sagrado desconcierta y se plantea el desarrollo del cosmos y
la existencia como un ciclo interminable de inicios y finales; “Chak, chak,
chak”, un relato que demuestra la cotidianeidad de lo macabro, la naturalidad
del horror; y finalmente, el cuento que da título al libro: “La maldición de
los Whateley”, un relato certero que nos revela el destino funesto en torno a
una familia y en el que se conjugan todos los elementos del horror cósmico que
pone en la mesa el autor. Dividido en 4 capítulos, mezcla distintos estilos
narrativos y proyecta interesantes y potentes imágenes. Es, a mi juicio, el
relato más consistente.
Estimado lector: ¿está dispuesto a tomar por desafío el
aventurarse hacia lo desconocido y poner en riesgo sus propias creencias,
conocimientos y convicciones, cuestionar todo lo que hasta ahora se asuma como
verdad? Si es así, acepte las coordenadas que Pablo Espinoza Bardi ha dispuesto
en este fabuloso libro.
Camilo Montecinos Guerra
Camilo Montecinos Guerra (Arica – Chile, 1987). Profesor de
Castellano. Ha publicado el libro de microficción, “Golpes sobre la mesa” (Ediciones
Sherezade, 2017). Además sus textos han sido difundidos tanto en medios
impresos como digitales: “Antología de escritores del norte” (Sech, 2012), “Borrando
fronteras”, (Ergo sum, 2014), “Lluvia de micros”, (Colectivo Córdoba Breve,
2017), revista “La Taberna de Innsmouth” (Cathartes Ediciones, 2017), sitio “letras
de Chile”, revista “Cuentos para el andén”, “Brevilla” y la antología de
microcuento policial “Dispara usted o disparo yo” de Lilian Elphick. Obtuvo 2°
lugar en el concurso de microrrelatos “Hazla cortita: Arica en 101 palabras”
los años 2012, 2013, 2014 y 1° lugar el año 2018; 1° lugar en el concurso
“Déjalo ahora” el año 2015; y 3° lugar regional en el concurso “Historias
secretas de nuestra tierra”, el año 2016. El año 2017 obtiene Beca a la
creación literaria del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
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